10 Feb
10Feb

Tengo ya más de diez años involucrada en la educación. Comencé dando clases de inglés en una escuela a los 18 años y la docencia me atrapó de tal manera que decidí que la educación era el área a la que quería dedicar mi vida.

Estudié la licenciatura en Lenguas Extranjeras donde aprendí, no sólo idiomas diferentes, sino a usarlos en la traducción (pasar un texto de un idioma a otro), la interpretación (traducir la palabra hablada, como un discurso) y la enseñanza. Desde entonces, el poder transmitir con mis alumnos los conocimientos que tanto me han fascinado sobre un idioma extranjero y las maravillas de la lengua ha sido mi pasión en la vida.

Mi experiencia ha sido mayormente enseñando inglés y francés a adultos y a universitarios. Y a lo largo de mi carrera me he encontrado con todo tipo de alumnos, aunque hay una clasificación que siempre ha resaltado: los que están súper motivados y son buenos para los idiomas; los que son buenos, pero les falta motivación; los motivados pero que por más que se esfuerzan no pasan del 6 o 7 (en México se asigna una calificación o nota del 0 al 10, siendo el 6 el mínimo aprobatorio); y los que no tienen motivación ni se les da aprender un idioma extranjero.

Yo considero que nunca he tenido cierta preferencia, aunque claro que trabajar con alumnos motivados y que son buenos siempre hace el trabajo más fácil, disfruto el reto de motivar a los que no les interesa mucho el idioma y el de ayudar a comprender a los que les cuesta trabajo entender.

La historia de la que quiero hablar es de una alumna que cae en la categoría dos; su motivación: cien por ciento; su habilidad para retener lo que aprendíamos en el día a día: cero. Ella era una alumna del primer año de la misma licenciatura que yo estudié, y como tal, es necesario abordar el idioma desde una perspectiva más profunda. Cuando nos preparamos para ser traductores, intérpretes, maestros, no es suficiente conocer mucho vocabulario o tener la fluidez para comunicarse o saber cómo enviar un correo o escribir un CV en ese idioma; se necesita una comprensión del funcionamiento del idioma que se da a través de la gramática. Y a veces, lo que hace que los conceptos de gramática se nos compliquen es que son algo abstractos, no podemos tocar ni sentir un adverbio, ni vamos por la vida viendo el sintagma nominal caminando por la calle.

Precisamente en este punto, comencé a notar las dificultades que tenía mi alumna. El vocabulario lo conocía muy bien, las frases que ya conocía las usaba correctamente, pero a la hora de hablar de los conceptos más básicos de la gramática, como el sustantivo, el verbo o el adjetivo, parecía que le estaba hablando en chino.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.