Al inicio del artículo mencioné que no estaba en desacuerdo total con el uso de nuevas tecnologías. Yo mismo fui un niño que creció rodeado de videojuegos; miré bastantes caricaturas y películas. Fui parte como muchos de la generación de transición tecnológica, de no conocer el celular, de no tener televisiones planas, computadoras en casa e internet. Fui testigo del boom tecnológico de los noventas e inicios de los dos mil que cambiaría nuestra vida para siempre.
De no tener nada, pasamos a tenerlo todo en un abrir y cerrar de ojos. La diferencia en no desarrollar una adicción a la tecnología estuvo en mis papás y sus reglas. Sí, ellos siempre establecieron cuánta televisión era suficiente. Cuántas horas de videojuegos a la semana eran pertinentes. Mis papás siempre crearon un ambiente de reglas sanas que me permitían saber cuánto, cuándo y cómo usar la nueva tecnología en casa. Como niño no me gustaba, pero ahora que crecí les agradezco los límites que me establecieron.
Esto es lo que nosotros debemos de preguntarnos hoy:
- ¿Cuántas horas es la pantalla es suficiente?
- ¿Cómo voy a permitirla?
- ¿Cuándo podrán usarla?
Tenemos que agregar una más que a mis papás les faltó añadir: ¿Dónde hay que usar las pantallas?
En torno a estas preguntas debemos de crear reglas y formar un ambiente familiar sano que tampoco sea en extremo restrictivo. Es exactamente como con los dulces, los tenemos en casa, pero no permitimos que los niños los prueben cada vez que ellos quieren, sino que creamos reglas para que puedan acceder a ellos. Lo mismo tenemos que hacer con la tecnología.
La Academia Americana de Pediatría da recomendaciones sobre el tiempo que deben pasar los niños en las pantallas para evitar un daño cerebral irreversible.