La primera vez que escuchamos del COVID-19 fue a finales de enero del 2020 casi principios de febrero. Veíamos esta enfermedad como algo muy lejano y ajeno a nosotros, jamás pensamos que nos afectaría de manera directa y que llegaría a ser un parteaguas en la historia moderna.
Recuerdo muy bien la primera vez que escuché acerca de una extraña gripe en China, distintas fuentes aseguraban que había paralizado a la ciudad de Wuhan, pero aún así no le puse mucha atención. Los días empezaron a pasar y cada vez sonaba más en los noticieros como el coronavirus se iba extendiendo a otros países hasta llegar a Italia y España, colapsando su sistema de salud y dejando miles de muertos.
El COVID-19 ya no era tan ajeno a nosotros, era algo muy real, muy cercano y estaba a punto de cambiar nuestra vida. El primer caso en México se detectó el 28 de febrero del 2020 y fue cuestión de semanas para que la enfermedad estuviera en todos los estados de la república.
Para el 20 de marzo la situación era tan complicada que el gobierno federal canceló todas las clases en todos los niveles. Las escuelas se quedaron vacías, lo mismo sucedió con oficinas, restaurantes y todo tipo de negocios. Nadie estaba preparado para un cambio tan radical; la pandemia afectó la economía, la política, el comercio, pero sobre todo afectó la educación de maneras que aún no hemos llegado a dimensionar con todo y que ya pasó tiempo desde el cierre de casi todo.